el amanecer del 27 de febrero de 2010 demoró más que cualquier otro día. creo que no he vuelto a sentir esa vulnerabilidad. o bien fue un gran y duro entrenamiento de caracter
una concepción (Concepción!) de mi mundo se vino abajo irremediablemente. estaba terminando la U y esa noche, en esas horas de descontrol, miedo, pánico, locura, incertidumbre, fugacidad, descubrí que la escritura es una de las pocas cosas que me centra. la libreta y el teclado como refugios. una historia que contar como excusa para que no te vean sangrar
no recuerdo qué dice esta crónica. tampoco esta noche tengo ganas de buscar la versión en español. sólo deseo abrazar el recuerdo de que hace 15 años escribí con lágrimas, con vómitos. por primera vez junto a un traductor. con un editor en Buenos Aires que durante horas fue la única voz que escuché
creo que el titular es cuando en la mañana mi mamá contestó el teléfono en el campo: “estamos vivos”
lo que excede al periodismo lo guardé en “Educación Superior”
cuando mi ideal de vida adulta, casada, en un campo con perros y piscina, también se derrumbó, lo que de nuevo me mantuvo firme fue un teclado
y la voz de Sebastián en el teléfono
la vida siempre turbulenta (y chistosa) en el diario
el fuego en las calles y la barricada en el corazón