me duele la espalda como no lo hacía desde la U, cuando Heráclito Arteaga me gritoneaba en el estudio de tele. pura tensión. aunque ahora, la edad, imagino, agrega calambres en pies y manos. es rabia, un acv o parkinson
deja en paz ese teclado
no puedo por razones económicas, vivo de lo que escribo, y emocionales: enfrentar el vacío en la hoja en blanco -por eso da tanto miedo -, el dolor de llenarla "con tinta de tus lágrimas", pero al terminar esa satisfacción solo comparable con un orgasmo
y luego el vacío, de nuevo
el real, el que se enfrenta quedándose hasta tarde en la oficina, llenando la agenda de entrevistas y todo lo que sea para evitar mirar dentro
hace unos meses leí "Mi propiedad privada", de Mary Ruefle, poeta y académica gringa, para armar una reseña. cada vez que tomé el libro fue una caminata por el bosque de la soledad, con el corazón en las manos, ofrenda a ciegas en espera de que el otro sea capaz de verla, como mi amor siempre invisible para Blas
también llevé el poemario "Mi felicidad" (Lecturas Ediciones), donde Ruefle dice que “todos los héroes /que ves cayendo /fueron filmados tratando de ponerse de pie”, lo que en medio de la niebla, fruto de la condensación del agua o las lágrimas, es un abrazo que atraviesa el papel antes de borrar la carta que no leerá, escrita a oscuras en la terraza, entre el frío de la madrugada y los primeros rumores de los zorzales, aquellos que celebraron la noche en que nos conocimos con él que ahora es puro silencio
"has perdido otra tarde sentada con tus amigos imaginarios", agrega Ruefle en "Réplica": ¿quién desea ser funcional en el fin del mundo? ¿funcional a un sistema injusto? ¿buena polola de un ser que no te escribe todos los días?
de vuelta en "Mi propiedad privada", la autora le a da un color a cada tipo de tristeza, como la rosada, que es “tener que tragar cuando tu garganta no es más grande que una aguja de acupuntura”
esa pena adolescente sin saber cómo canalizarla
conéctate, Ojeda
(y lee la reseña completa sobre Ruefle aquí )